domingo, 10 de octubre de 2010

Capítulo dos

La estación Penn estaba totalmente abarrotada. Danyel pensó que era normal, puesto que era lunes, algunas personas salían de trabajar, para otras acababa de empezar el día.
Extrajo una pequeña pitillera de cuero marrón y cogió un cigarrillo, dispuesto a fumárselo con tranquilidad, consciente de que en los hoteles no se estaba permitido.
Cuando salió a la superficie, encendió el extremo con un mechero plateado y se lo colocó en los labios.
Había mentido a William con respecto a lo del recado, pero necesitaba salir de aquella cafetería cuanto antes. Lo que su ayudante le había contado era más que suficiente. Hacía tiempo que no oía el nombre de Marina, y no era precisamente un placer recordarla. Los angeólogos nunca eran bienvenidos en la comunidad angélica y, aunque no la conocía, estaba destinado a odiarla como a los demás.
Tiró al suelo la colilla consumida y la extinguió pisándola ligeramente. El cielo se había teñido de rojo sangre y el crepúsculo se iba apangando suavemente, dando paso a la noche, que acechaba cubierta de nubes.
El vestíbulo del hotel Pennsylvania era bastante grande, con una cafetería a su derecha y un pequeño quiosco al final del mismo. Había gente sentada en algunos bancos, mirando ensimismados mapas y folletos. Turistas, seguramente. Danyel se dirigió al mostrador y esperó a que alguien le atendiese. Una mujer más bien rechoncha, con lo labios muy rojos y las manos sudorosas se apresuró a colocarse tras el mostrdor y le dirigió una sonrisa, enseñando sus blancos dientes.
-¿Qué desea?
-Aquí se aloja la señorita Rose Mont Blanc, ¿verdad? Me gustaría saber la habitación dónde reside.
-No puedo darle esa información, señor- Se disculpó ella. Danyel le lanzó una mirada envenenada. La mujer comenzó a temblar, y se retorció las manos nerviosamente.
-Esta mañana me consta que ha estado aquí un chico llamado William Martin, ¿no?
-Si, señor- Dijo la mujer con voz temblorosa.
-Vengo a hablar con la señorita Mont Blanc del mismo tema. Soy consciente de que jode que te molesten tanto, pero necesito hablar con ella.
La recepcionista, sin apartar la mirada de Danyel cogió un teléfono de una mesa invisible tras el mostrador y se colocó el auricular en la oreja, marcándo un número.

Tras haberle dicho a Danyel que la señorita Mont Blanc lo esperaba en la habitación 621, piso seis, el joven tomó el ascensor, dispuesto a oír la historia que ella debía contarle. Recorrió el largo pasillo, forrado de alfombras rojas y se paró frente a la puerta. Llamó un par de veces con los nudillos. Acto seguido, escuchó una silla arrastrándose y el repiqueteo de unos tacones que se acercaban. Rose Mont Blanc parecía tener sólo veinticinco años. Estaba muy delgada y tenía la piel muy pálida. A pesar de eso, vestía con un elegante vestido azul y sus bucles pelirrojos recogidos en una cola alta, que se bamboleaba sobre su espalda. Sus castaños ojos vivaces lo contemplaron durante un momento.
-Danyel Houdson- Dijo arrastrándo las “des”, con un fuerte acento germánico-francés- Pensaba que no volveríamos a verlo.
-Qué pesimista está hoy todo el mundo con respecto a mi vida- Resprondió con reproche. Rose sonrió ante el comentario y se hizo a un lado para dejarlo pasar.
-¿Una copa de vino?- Preguntó la anfitriona, indicándole al joven que se sentara en la cama. Danyel tomó asiento en el extremo, cómo si el sólo contacto de las sábanas le quemara. Rose acercó una silla y la colocó frente a él. El joven rechazó el ofrecimiento con un gesto de la mano, para luego entrelazar los dedos sobre el rezago y prepararse a preguntar.
-Usted ha hablado con William esta mañana, ¿no es cierto?
-Cierto- Respondió Rose tomando un sorbo de vino. El líquido era rojo oscuro y parecía retorcerse en la copa. A Danyel se le antojó espeso y cálido y pensó que casi se asemejaba a sangre.
-Y le ha contado que cree que tiene las respuestas a mis preguntas, a pesar de que ni yo mismo sé lo que me digo.
-De buena tinta sé que se siente vacío y que no pertenece al mundo en el que ha sido criado. También me consta que ha hecho usted varias investigaciones a espalda del consejo y de su familia a cerca de la ubicación de los caídos.
-¿Cómo sabe todo eso?- Danyel estaba confuso, repasando lo que había dicho la mujer. Tan sólo la había visto un par de veces en alguna que otra ceremonia, ni siquiera habían intercambiado un par de palabras superficiales.
-Le he seguido la pista durante mucho tiempo, Danyel. Sus investigaciones están más cerca de su propósito de lo que usted cree. Pero la clave sólo la conseguirá mediante un medio poco ortodoxo.
-¿De qué se trata?
-Tiene que establecer relación con lon nefilim. Y ahí es dónde entran Marina Keningston y su hija.- Respondió Rose con aire de misterio.
-¿Qué tienen que ver?
-Marina es una angeóloga de renombre, ¿no es cierto?- Rose continuó antes de darle tiempo al joven para responder- Ha escrito libros sobre la investigación de nuestra raza, pero siempre han permanecido en secreto. Pues bien, nadie conoce su oscuro pasado salvo yo. Aunque no puedas creértelo, Marina y yo éramos íntimas amigas. Uña y carne. Un día, mis padres me prohibieron estar con ella y me descubrieron mi verdadera especie. Y los ángeles no pueden ir con humanos, cómo bien sabes. Marina se enfadó conmigo cuando la rechazé. Al poco tiempo me enteré de que había escogido seguir la rama angeológica, como hizo su bisabuelo en su tiempo. Y ocurrió que, no hace mucho, vino a mi apartamento, llorando a lágrima viva. Me decía que estaba muy arrepentida y que había hecho algo monstruoso. Contó que se había enamorado de un ángel y estaba encinta de él.
Danyel la miraba con sorpresa. Apenas podía procesar la historia de Rose, pues le parecía irreal dado la fama de persona fuerte y amante del trabajo de Marina Keningston.
-El ángel- Continuó Rose- fue castigado y enviado con los otros infieles. Marina quedó muy desolada. Nació su hija, Elisabeth. Ella decía que cada vez se parecía más a su padre y no podía evitar recordarlo y sentir el dolor de nuevo. Por eso la encerró en un internado y siguió con su investigación. Lo que nadie sabe, es que Marina estaba dispuesta a sacar a la luz todos sus libros y sus conocimientos acerca de la angeología y sería un verdadero desastre que los humanos nos descubriesen, por eso, hace unos días asesinaron a Marina. Dos balas en el pecho.
-¿Cómo es que nadie sabía eso? Si Marina era tan famosa, ¿cómo lograron ocultar su muerte?- Danyel estaba cada vez más confuso, pero había averiguado muchas cosas. Marina había cometido un pecado con un ángel y había dado a luz a una niña nefilim que podría ser la clave que lo ayudase a encontrar la Cueva de los Caídos.
-La gente que la conocía sabía de su oficio por lo que, al no aparecer en público, pensaron que estaba tras la pista de algo.
-¿Y qué papel tiene su hija en todo esto?
-Unos días antes de morir, Marina visitó a su hija en el internado y le regaló un colgante en forma de llave. He averiguado que una llave igual que ésa abre la puerta a la cueva, o Infierno, cómo quieras llamarle.
-¿Me está diciendo que puede que sea la llave verdadera?
-Exacto- Rose tomó otro sorbo de vino- Quizás deberías hacerle una visita a Elisabeth.
-Lo haré. Gracias por todo, señorita Mont Blanc.
-A usted- Respondió ella acompañándolo a la puerta- Es una compañía magnífica. Danyel sonrió a modo de despedida y se internó de nuevo en el largo pasillo.
Una vez fuera, el joven extrajo un teléfono móvil de su bolsillo y marcó en número de William. Tras dos tonos, el chico contestó.
-¿Sí?
-William, soy yo-Respondió Danyel.
-Diga, señor
-Necesito un avión hacia Londres para el domingo- Exigió, comenzando ha andar hacía la boca de metro.
-Señor- Replicó William con nerviosismo- Pasado mañana es domingo. No le dará tiempo de preparar nada.
-El domingo- Dijo Danyel un tono más alto, sin querer- He dicho.- Acto seguido colgó, atravesando el oscuro metro. Al día siguiente prepararía la maleta e iría a ver a su hermana.

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